Cuento de los Hermanos Grimm con ilustraciones de Janusz Gravianski
HABÍA UNA NIÑA tan buena, tan cariñosa, que todos la querían; y la que más la quería era su abuelita. La abuelita ya no sabía qué regalar a su nieta la mimaba muchísimo. Una vez le regaló una gorrita de terciopelo rojo; la niña estaba muy guapa con ella, y no se la quitaba nunca. Y la gente la empezó a llamar Caperucita Roja.
Un día, su madre le dijo:
― Ven, Caperucita; quiero que lleves a la abuela este pastel y esta botella de vino. La pobre abuelita está mala, y hay que darle cosas ricas para que se ponga fuerte. Será mejor que te vayas ahora, antes de que haga más calor; no corras ni salgas del camino; no se vaya a romper la botella y la abuelita se quede sin vino. Y cuando llegues a su casa, no empieces a curiosear por todos los rincones; di primero buenos días, como una niña bien educada.
― Descuida, madre; haré bien el recado ― Dijo Caperucita.
La abuela vivía lejos, en el bosque, a media hora del pueblo; y cuando Caperucita entró en el bosque se encontró con el lobo. Caperucita no sabía que el lobo era malo, y no se asustó.
― Buenos días, Caperucita ― dijo el lobo.
― Buenos días, lobo ― Dijo Caperucita.
― ¿Dónde vas tan de mañana? ― le preguntó el lobo.
― Voy a casa de mi abuelita ― contestó Caperucita.
― ¡Qué llevas en el delantal? ― Preguntó el lobo
― Llevo un pastel y vino para mi abuelita, que está mala.
― ¿Dónde vive tu abuelita?
― Vive aquí en el bosque, junto a los tres robles grandes, al lado de los avellanos: seguro que has visto su casa.
Y el lobo pensó: "¡Qué gordita está esta niña, y qué tierna debe ser! Estará mucho más rica que su abuela. Voy a ver si me las como a las dos"
El lobo caminó un rato al lado de Caperucita, y luego dijo:
― Caperucita, mira que flores más bonitas hay por aquí. ¿Por qué no llevas algunas a tu abuela?
Caperucita miró las flores; estaban preciosas allí en el bosque, al sol.
― Sí, lobo, tienes razón; voy a coger un ramo para mi abuelita. Es muy temprano y tengo tiempo.
Salió del camino y empezó a coger flores; y siempre veía una flor todavía más bonita un poco más allá. Se fue alejando del camino, y el lobo echó a correr para llegar antes a casa de la abuela; llegó y llamó.
― ¿Quién llama? ― preguntó la abuela.
― Soy Caperucita, y te traigo pastel y vino. ¡Ábreme, abuelita!
― ¡Corre el cerrojo! Yo estoy muy floja y no me puedo levantar.
El lobo corrió el cerrojo, abrió la puerta, saltó hacia la cama de la abuela y se la tragó. Y luego se puso su ropa, se ató su gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.
Caperucita, en el bosque, tenía ya un ramo muy grande; no le cabía ni una flor más. Echó a correr y llegó a la casa de su abuela. Le extrañó ver la puerta abierta; y al entrar en la habitación, sin saber por qué, se asustó un poco, y pensó: "¡Qué raro! No sé por qué estoy asustada, con lo que me gusta venir a casa de la abuela".
Y entonces se acercó a la cama, y dijo:
― Abuelita, buenos días.
Nadie contestó; la niña descorrió las cortinas de la cama, y allí vio a su abuela muy tapada y con el gorro de dormir metido hasta las narices.
― Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
― Para oírte mejor...
― Abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
― Para verte mejor...
― Abuelita, ¡qué manos más grandes tienes!
― ¡Para cogerte mejor!
― Abuelita, ¡qué boca más grande tienes!
― ¡Para comerte mejor!
El lobo dio un salto y ¡se tragó a Caperucita! Ya había comido bien, y se volvió a meter en la cama y se quedó dormido. Empezó a roncar, a roncar, con unos ronquidos tremendos; y un cazador que pasaba por allí, al oír aquellos ronquidos, pensó "¡Caramba con la abuelita, qué manera de roncar! Voy a entrar, no sea que se encuentre mala"
El cazador entró, se acercó a la cama, vio al lobo dormido y dijo:
― ¡Ya te encontré, viejo bribón! ¡Con el tiempo que llevaba buscándote!
El cazador iba a matar al lobo de un tiro; pero de pronto pensó que a lo mejor el lobo se había comido a la abuela, y en lugar de disparar su escopeta, buscó unas tijeras y le abrió al lobo la barriga, por si la abuela estaba aún viva. Y, al primer tijeretazo, vio una cosa roja, y era Caperucita; y enseguida salió la niña gritando:
― ¡Ay, qué susto más grande! ¡Ay, qué oscuro estaba en la barriga del lobo!
Y la abuelita salió también, medio muerta de miedo.
Caperucita buscó en seguida piedras bien grandes, le rellenó la barriga de piedras, y cuando el lobo se despertó y quiso echar a correr, se cayó al suelo, porque las piedras pesaban mucho. Se cayó, reventó y se murió. Y caperucita, la abuela y el cazador se pusieron muy contentos; el cazador se quedó con la piel del lobo; la abuela se comió el pastel y se bebió el vino, y se puso buena. Y Caperucita dijo:
― Ya no volveré a desobedecer a mi madre, y no saldré del camino cuando vaya sola por el bosque.
FIN