Mostrando las entradas con la etiqueta El rey Pico de Tordo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta El rey Pico de Tordo. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de octubre de 2016

El Rey "Pico de Tordo"


UN REY TENÍA UNA HIJA GUAPÍSIMA, pero tan orgullosa, que no quería casarse con nadie: si algún hombre se quería casar con ella, se burlaba de él y decía que no lo quería, que no era bastante para ella.
Su padre dio una vez una fiesta muy grande, y llevó invitados a todos los jóvenes de aquellas tierras, para ver si su hija escogía novio de una vez; pusieron a los invitados en fila: primero los reyes, luego los duques, los príncipes, los condes y los barones, y al final los caballeros. Entonces llevaron a la princesa y la hicieron pasar por delante de las filas para que los viera, pero ella se iba burlando de todos:
- ¡Vaya un tonel, ese gordinflón!
" ¡Qué zanguilargo, parece una grulla!
" ¡Mira ese retaco, si no me llega a la cintura!
" ¡Huy, qué paliducho!
" ¡Anda que éste, tan colorado, parece la cresta de un gallo!
" ¡Pero si éste es medio jorobado!
Y así les iba diciendo a todos una grosería; pero del que más se burló fue de un rey joven que estaba en la primera fila y que tenía la barbilla un poco puntiaguda:
- ¡Huy, qué risa! ¡Qué cara! ¡Parece un pico de tordo!
Y desde entonces, la gente empezó a llamar "Pico de Tordo" al pobre rey.
Pero el padre de la princesa, al ver que su hija se burlaba de todos los invitados, se puso furioso y prometió que la casaría con el primer pobre que llegara al palacio a pedir limosna.
Pasaron unos días, y llegó un músico ambulante que empezó a cantar delante del palacio para que le echaran una limosna; el rey, que le oyó, dijo a sus caballeros:
- ¡Que suba ese pobre!
El músico se presentó ante el rey, con su traje roto y sucio, y tuvo que cantar delante de toda la corte; y cuando terminó, pidió una limosna. Y entonces dijo el rey:
- Tu canción me ha gustado tanto, que te voy a dar a mi hija como esposa.

La princesa se asustó muchísimo, pero el rey dijo:
- Prometí casarte con el primer pobre que se presentara, y voy a cumplir mi promesa.
Y por más que la princesa lloró y protestó, la casaron con el músico. Al terminar la boda, dijo el rey:
- Como ahora eres la mujer de un pobre, no puedes seguir en mi palacio; márchate con tu marido.
La princesa se marchó con el músico, y se fueron andando por los caminos. Llegaron a un bosque, y la princesa preguntó:
- ¿De quién es este bosque tan hermoso?
- Del rey Pico de Tordo. Si te hubieras casado con él, el bosque sería tuyo.
- ¡Ay, pobre de mí! ¿Por qué no me habré casado con Pico de Tordo?
Luego llegaron a unos prados, y la princesa preguntó:
- ¿De quién serán estos prados tan verdes?

- Del rey Pico de Tordo, a quien despreciaste.
-¡Pobre de mí! ¿Por qué no me habré casado con Pico de tordo?
Llegaron a una gran ciudad, y la princesa volvió a preguntar:
- ¿De quién será esta ciudad tan grande y tan bonita?
- Del rey Pico de Tordo, de quien te burlaste.
- ¡Ay, qué pena, qué pena! ¿Por qué me burlaría de él?
y el músico dijo entonces:
- ¡Ya estoy harto de que te pases la vida diciendo que preferirías estar casada con Pico de Tordo! ¿Es que no valgo bastante para ti?
Llegaron a una casita muy pobre, y la princesa preguntó:
- ¿De quién es esta choza? ¡Qué pobre y qué pequeña es!
Y el músico contestó:
- Ésta es nuestra casa, y viviremos aquí juntos.
La puerta de la casita era tan baja, que se tuvieron que agachar para entrar; y la princesa preguntó:
- ¿No hay aquí criados?
- ¿Criados? ¡Qué ocurrencia! Tú tienes que hacerlo todo. Enciende ahora mismo el fuego, pon agua a cocer y prepara la comida, estoy muy cansado.
Y la pobre princesa no sabía encender el fuego, ni guisar, ni nada; así que el músico tuvo que echar una mano. Comieron bastante mal, y se fueron a acostar. Por la mañana, el músico llamó muy temprano a su mujer, para que fuera haciendo la casa. Y a los pocos días, cuando ya se les había terminado la comida, el marido dijo:
- No podemos seguir así; hay que ganar dinero para comer. tendrás que hacer cestas.
Él salió a cortar mimbres y los llevó a la casita, y su mujer empezó a hacer las cestas; pero como no tenía costumbre, se le llenaban las manos de llagas.
- Ya veo que no sabes hacer cestas -  Dijo el marido.- Ponte a hilar, que es más fácil.
Su mujer se sentó, y empezó a hilar; pero como no tenía costumbre, se hacía daño las manos y le salía sangre.
- ¡No sirves para nada! - Dijo el marido - ¡Buena la he hecho, casándome contigo! Voy a poner un puesto de cacharros, y tú los venderás los días de mercado. ¡Ya estoy harto de que seas tan inútil!
Y la princesa pensó: "¡Qué vergüenza! ¡Si pasa por la calle alguien conocido, y me ve vendiendo pucheros...!
Pero como no se iban a morir los dos de hambre, la princesa tuvo que obedecer. La primera vez todo fue bien, porque como la princesa era muy guapa, iba mucha gente a comprar los cacharros y se los pagaban al precio que ella quería; así que pudieron vivir una temporada sin pasar apuros. Cuando se terminaron aquellos cacharros, el marido compró más, y la princesa se puso a la entrada de la plaza del mercado, con todos los pucheros y las cazuelas a su alrededor. Y, de pronto, apareció en la plaza un soldado a caballo; el soldado iba borracho y se metió al galope entre los cacharros, y los hizo añicos. La princesa se echó a llorar:
- ¿Qué voy a hacer ahora? ¡Cómo se va a poner ahora mi marido!


Volvió a su casa y se lo contó todo a su marido, y él le dijo:
- ¡No sirves para nada! ¿Quién te mandó a ponerte a la entrada de la plaza? ¡Eres una calamidad! Deja ahora de llorar, porque vas a ir de criada al palacio del rey; me han dicho que necesitan a alguien para ayudar en la cocina.
Y la princesa tuvo que trabajar de criada en la cocina del rey; ayudaba al cocinero, y cuando no la veían, se guardaba en los bolsillos unos pucheritos con las sobras. Y aquello comían en su casa ella y su marido.
Un día, dijeron en la cocina que el hijo mayor del rey se iba a casar; y la pobre princesa, que estaba deseando ver la boda, se puso a la puerta del salón. Y cuando encendieron las luces y empezaron a entrar los invitados, con aquellos vestidos tan lujosos, la pobre mujer se acordó de cuando vivía en el palacio de su padre, y se arrepintió de haber sido tan mala y orgullosa. Los criados estaban llevando fuentes de cosas muy ricas, y al pasar delante de ella, le daban un poco de cada fuente, y ella lo guardaba en sus pucheritos para llevarlo a su casa.
Y en esto entró el príncipe, vestido de terciopelo y de seda, con cadenas de oro; vio a la mujer pobre y tan guapa que estaba junto a la puerta, y le dio la mano para bailar con ella; la princesa se asustó: aquél príncipe era Pico de Tordo, del que tanto se había burlado. Pero él la obligó a bailar, y la cinta con la que ella había atado sus pucheritos se rompió, y los pucheros se cayeron al suelo.
Todo el mundo se echó a reír al ver los charquitos de sopa y los montoncitos de comida. la pobre mujer se moría de vergüenza, y echó a correr; pero cuando ya bajaba las escaleras, un hombre la sujetó y la llevó a la sala.
Y aquel hombre era Pico de Tordo.
Y entonces, Pico de Tordo dijo a la princesa:
- No tengas miedo. Yo soy el músico, tu marido; me disfracé de músico para darte una lección, y también me disfracé de soldado para romperte los cacharros en el mercado, y que aprendieras a sufrir.
La princesa se echó a llorar, y dijo:
- Me porté muy mal contigo, ahora me arrepiento de haberme burlado de ti, porque tú eres mucho mejor que yo y no merezco ser tu mujer. 
- Bueno, ya ha pasado todo. Ahora celebraremos nuestra boda con alegría.
Llegaron las doncellas y vistieron a la princesa con trajes muy bonitos; llegó su padre, el rey y toda la corte, y celebraron con mucha alegría su boda con Pico de Tordo. Y desde aquel momento ya fueron felices.- 

      FIN.


"Cuentos de Los Hermanos Grimm" - Ilustraciones de Janusz Grabianski.