Mostrando las entradas con la etiqueta Rapunzel. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Rapunzel. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de octubre de 2016

Nabiza



HABÍA UNA VEZ un hombre y una mujer que estaban muy tristes porque no tenían hijos; hasta que un día, Dios les anunció que iban a tener uno.
Vivían en el campo y por la ventana de detrás de su casita se veía una huerta muy hermosa, donde crecían muchas plantas y flores; la huerta tenía una tapia muy alta, y nadie podía entrar allí, porque la dueña de aquella huerta era una hechicera, y todo el mundo le tenía miedo.
Un día, la mujer asomó a la ventanita y se puso a mirar la huerta de la hechicera; había allí un sembrado de nabizas tan frescas y tan verdes, que a la mujer le entraron ganas de comérselas.
Y cada día tenía más ganas de comer aquellas nabizas, y como no podía ir a cortarlas, se ponía flaca, flaca y pálida, la pobrecilla. Su marido se asustó al verla tan flaca y tan pálida y le preguntó:
- Pero, mujer, ¿Qué te pasa?
- ¡Ay, marido! Me voy a morir si no me como las nabizas que hay en el huerto de detrás de casa.
El marido, que quería mucho a su mujer, pensó: "Cortaré esas nabizas, y que sea lo que Dios quiera; no voy a dejar que se muera mi mujer".
Así que, cuando llegó la noche, saltó a la huerta de la hechicera, arrancó un puñado de nabizas y se las llevó a su mujer; y la mujer se hizo enseguida una ensalada, y se la comió, tan contenta. Y al día siguiente, le entraron muchas más ganas de comer otra ensalada de nabizas; su marido volvió a entrar al huerto y ya iba a cortar más nabizas, cuando se llevó un susto tremendo: la hechicera estaba llí, delante de él, mirándole con una cara espantosa, y se puso a gritar:
- ¿Cómo te atreves a saltar  a mi huerto? ¡Ladrón! ¡Vienes a robarme las nabizas! ¡Pues ya verás lo que te pasa!
- Perdón, perdón, señora hechicera... lo he hecho sin mala intención. Es que mi mujer dice que se va a morir si no come estas nabizas y no quiero que se muera.
La hechicera se calmó un poco, y le dijo entonces:
- Bueno, si es por eso, te dejaré recoger todas las nabizas que quieras, pero con una condición: cuando os nazca el niño, me lo tienes que dar a mi. Yo le cuidaré como una madre, y estará muy bien conmigo. 
El hombre, como estaba asustado, se lo prometió. Y, en cuanto les nació una niñita, se presentó la hechicera, puso a la niña el nombre de Nabiza y se la llevó a su casa.

“Rapunzel” by Janusz GrabianskiNabiza, era la niña más guapa del mundo. Cuando cumplió doce años, la hechicera la encerró en una torre que estaba en medio de un bosque y no tenía puerta ni escalera; no había más que una ventanita en lo más alto. Y cuando la hechicera quería entrar a la torre, gritaba desde abajo:
- Nabiza, ¡Échame la trenza!
Y Nabiza, que tenia una trenza larga y rubia como una madeja de oro, sacaba la trenza por la ventanita, la sujetaba en un gancho, y la dejaba colgar; la trenza era tan larga que llegaba al suelo, y la hechicera subía trepando por ella.
Pasaron unos años; y un día, el hijo del rey iba a caballo por el bosque, y llegó al pie de la torre; y entonces oyó una canción tan bonita, que se paró a escucharla. Era Nabiza, que se entretenía cantando porque estaba muy sola.  El hijo del rey quiso subir a la torre, y empezó a buscar la puerta, pero no la encontró porque no había puerta. Se  volvió a su palacio, y no hacía más que pensar en aquella canción que había oído; y desde entonces, iba todos los días al bosque para oír la canción. Un  día estaba detrás de un árbol, y vio llegar a la hechicera y la oyó gritar:
- Nabiza, ¡Échame la trenza!
y vio que desde la ventanita alta, alguien echaba una trenza larga y rubia, y que la hechicera trepaba por ella y entraba en la torre. El hijo del rey pensó: "Ah, esa será la escalera para subir a la torre; voy a probar yo también". Y al día siguiente, cuando ya se había puesto el sol, fue al bosque, se acercó a la torre y gritó:
- Nabiza, ¡Échame la trenza!
Y en aquel momento, le echaron la trenza y el hijo del rey trepó hasta la ventana. La niña se asustó al principio, cuando vio que un hombre entraba por la ventana, porque sólo estaba acostumbrada a ver a la hechicera; pero el hijo del rey era muy bueno y muy simpático, y le contó que la había oído cantar y estaba deseando conocerla. Nabiza ya no tenía miedo de él; y cuando el príncipe le preguntó si quería casarse con él, Nabiza pensó: "Es muy joven y muy guapo y me va a querer más que esa vieja hechicera, así que me casaré con él".  Puso su mano en la mano del príncipe, y le dijo:
- Estoy deseando marcharme contigo, pero no se cómo bajar de aquí; cuando vuelvas a verme, trae una madeja de seda, y yo iré haciendo una cuerda para bajar, y tú me llevarás en tu caballo.


El príncipe dijo que iría a verla todas las noches, porque la hechicera iba durante el día.
Y la hechicera no se dio cuenta de nada, hasta que un día la niña le preguntó:
-   Dime, ¿Por qué me cuesta tanto subirte a la torre y, en cambio, al príncipe lo subo en un momento?
- ¡Ah! ¡Me has engañado! - Gritó la hechicera -. ¡Me has engañado! ¡Y yo que creía que aquí no te iba a ver nadie!.
Estaba tan furiosa, que agarró a Nabiza por el pelo, y con una tijera le cortó la trenza y la tiró al suelo; y luego, como era una hechicera muy mala, llevó a Nabiza al desierto para que viviera allí sola y triste. Enseguida volvió a la torre, ató la trenza de Nabiza al gancho de la ventana y se puso a esperar; llegó el príncipe y gritó:
- Nabiza, ¡Échame la trenza!
Y la hechicera soltó la trenza por la ventana, el príncipe trepó y al llegar arriba, en lugar de la niña se encontró con la vieja que le miraba con ojos de fiera, y que se echó a reir:
- ¡Vaya, vaya! ¡Querías llevarte a tu novia?  ¡Ja, ja! ¡El pajarillo no está en el nido! ¡El pajarillo no volverá a cantar! Lo ha cazado el gato, y a ti te sacará los ojos. Nabiza se ha perdido. ¡Ya no la volverás a ver!
El príncipe se tiró de la torre, de la pena que le entró; no se murió de golpe, pero se cayó en unas zarzas y las espinas se le clavaron en los ojos. ¡Pobre príncipe! Desde entonces tuvo que ir por el bosque ciego y triste, y no comía más que raíces y frambuesas y otras frutas silvestres, y no hacía más que llorar y llorar.
Así caminó durante muchos años, y un buen día llegó al desierto donde la hechicera había abandonado a Nabiza. Oyó una canción, y se acercó a la que cantaba, y en aquel momento Nabiza le reconoció y corrió a darle un abrazo, llorando de alegría; y dos lágrimas de Nabiza le cayeron al príncipe en los ojos, y de pronto el príncipe volvió a ver. Se alegraron mucho, y el príncipe llevó a Nabiza a su reino y allí vivieron muchos años y fueron muy felices.

FIN.

"Cuentos de Los Hermanos Grimm" - Ilustraciones de Janusz Grabianski.